martes, 30 de diciembre de 2014

"Cómo aprendí a leer" o la búsqueda del lugar desde el que miramos

Este libro me llega a las manos casi acabando el año. Lo veía en la librería, lo cogía, lo hojeaba, volvía a dejarlo, y finalmente fue mi regalo el día de Navidad.

A pesar del título, que no es falso, pero hay que explicar mínimamente, la autora, escritora y traductora que se gana la vida así, escribiendo y traduciendo, explica de un modo perfecto, mágico, cómo va pasando las distintas etapas de la vida, niñez, adolescencia y madurez, en relación a la lectura, a los libros y, en consecuencia, a la escritura y a la traducción, que es a lo que finalmente acaba dedicándose.

El viaje es hermoso porque se trata de una lucha interior contra el pasado, la herencia familiar y finalmente la rendición a la evidencia, la asunción de unos orígenes de mujeres sumisas e inmigrantes en la Francia elitista de los 70. Es la historia de un país, de una mujer en un país, de una mujer en un país donde es mejor leer esto que esto otro, donde la magdalena de Proust se le atraganta hasta la juventud, muy cerca ya de la madurez.

Una segunda parte del libro relaciona lectura y escritura. Una vez instalada en la pasión, sin que haya atisbos de recaída o abandono del mejor descubrimiento de su vida, una vez que ya es lectora, se da cuenta de que esos conocimientos literarios, esos que le hacen saber si una obra es buena o no, la llevan a hablar con sus palabras sobre las de otros y entra en la traducción, un lugar que la autora adora aunque le haga sufrir porque le permite aislarse de sí misma, olvidarse de su yo para meterse en una tarea extraña de conceptos e imaginación en el que saber leer bien es fundamental. Sin la lectura no están ni la escritura ni la traducción. Así nos lo cuenta  Agnès Desarthe en esta delicia que es Cómo aprendí a leer, desgranando cada emoción y convirtiéndose ante nuestros ojos en la mujer que quería ser, libre de prejuicios y por fin entregada a su pasión.

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