domingo, 2 de agosto de 2015

Oso

Escribo bajo los árboles y un mosquito se aplasta bajo mi dedo impulsado por un deseo suicida. Encuentro la naturaleza de la ciudad en este parque, que no es, en realidad, más que un jardincillo sin mucho interés para los que de verdad aman los espacios naturales.

En este mismo lugar donde estoy sentada ahora terminé hace unos días un libro sobre la nostalgia que puede provocar la naturaleza en un urbanita. Me pregunto si lo natural puede conmovernos en su simpleza de tal modo que nos muestre como seres frágiles y estúpidos a los que les importa demasiado lo que ocurre en sus ciudades prefabricadas con problemas civilizados.

Desde la naturaleza podemos descubrir no sólo nuestra vulnerabilidad, sino también nuestra fuerza, pero sobre todo la certeza de que somos animales urbanos a pesar de los esfuerzos por salir de la rectitud de las normas sociales imperantes en las ciudades y querer pasar a la aparente libertad de lo natural.

Lou, la protagonista de Oso, intenta cambiar una rígida rutina por la libertad que le da una casa en el campo en la que tendrá  que pescar para comer, en la que no habrá lavabos ni urinarios y en la que disfrutará de no tener que cumplir unas normas de convivencia y decoro dado su sexo y y su situación vital. Empleada en una biblioteca de Toronto, Lou es enviada a echar un vistazo al legado de un millonario excéntrico en una isla alejada de la civilización con la intención de catalogar los papeles y los libros y demás posesiones dejadas tras la muerte del anciano, y valorar la posibilidad de crear una especie de museo.
Hay notas que caen constantemente de los libros y de las estanterías y que hacen referencia a hermosas citas del folclore sobre los osos y sus costumbres, hábitos y tendencias. El poder como dioses. La fuerza como animales. Y acompañada por la lectura se encuentra el oso, el verdadero, propiedad también del millonario y habitante, como Lou, de la casa de la isla.


Criticada por algunos por ser una novela feminista que excluye al macho humano (¿civilizado?) y lo relega a un segundo plano frente a un oso, la novela no ha dejado de causar polémica desde que se publicará en el año 1976. Me pregunto cuál es el temor de esos hombres ante la plenitud de las mujeres sin ellos. Quizá el miedo a ser relegados a un segundo plano, y en lo que se creían únicos verse dados de lado. Castrados, vuelven sus cabezas iracundas a la mujer que no necesita su pene y los observa, feliz y plena, desde la sabiduría del descubrimiento. 

El oso no deja de ser una metáfora de lo más puro que hay en nosotros, y a través de él se expresa el deseo de emoción sexual sin ataduras ni exigencias pero sincero. El animal bastardo que lo hace con Lou en su despacho civilizadamente y la degrada es un hombre universitario, formado. 

La belleza del libro Oso radica en la búsqueda de la protagonista de la libertad en soledad sin que ello implique el deseo cursi ideado por hombres grises y mujeres mojigatas de conseguirlo sola, sin aspiraciones físicas ni deseos no reprimidos. La protagonista rompe sus lazos con la civilización y se vuelve hacia ella misma sorprendida, descubriendo a una nueva mujer más serena que por fin sabe lo que quiere y está segura de lo que no va a volver a soportar.

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