miércoles, 3 de abril de 2013

Los descubrimientos inesperados: "El mecanismo del miedo" o por qué es bueno estremecerse ante las historias de fantasmas

En el pasado 2012, la editorial Random House Mondadori publicó una novela juvenil -es una delicia también para adultos, obviemos las clasificaciones- llamada El mecanismo del miedo, de la escritora veracruzana Norma Lazo, un agradable descubrimiento de las últimas semanas. Como en el anterior hallazgo del que recientemente escribí, me llevó a ella otro medio, el fascinante programa de radio Horroris causa, emitido desde México D.F., cuyos podcast me descargo en el iTunes y a cuyos invitados, los "doctores" del miedo, conozco y sigo ya desde hace más de dos años. En él se desmenuzan temas terroríficos en el cine y la literatura y siempre puedes disfrutar de la visita de un especialista del tema a tratar cada semana. Sobre Norma Lazo leí la recomendación de esta obra en el blog del programa.

Después de buscarla editada en papel infructuosamente no me quedó más remedio que comprarla en versión digital para mi libro electrónico. No me equivoqué. La gran ventaja que me ofreció la editorial fue poder descargarme el primer capítulo para adivinar el tono y el estilo. Si tienes intuición y sabes reconocer a un buen autor en pocas páginas, es un sistema que funciona muy bien para decidirse por la compra o el descarte de una obra.

Lo leí, me impactó y días después, de cara a la Semana Santa, lo tenía guardado en mi pequeño devorador portátil dispuesta a leerlo lo antes posible. Acababa de terminar una novela excelente (mi primer descubrimiento inesperado), así que tenía cierto miedo a que este nuevo libro no estuviera a la altura. Después, sin embargo, de una media hora de lectura, estaba absorbida por la prosa peculiar, excesivamente correcta, quizá, a ratos, y sencilla para llegar a los más jóvenes, que caracteriza la obra.

Se trata de una historia de terror salpicada de manera deliciosa por un léxico puramente mexicano que me conmovió, pues posee esa dulzura y sonoridad de términos españoles arcaicos de otros tiempos y palabras absolutamente desconocidas en el español ibérico y preciosas como "desmañanadas" (madrugones).

La niña protagonista se traslada a vivir junto a su madre al caserón de su abuela en un pueblo donde cada día hay nuevos niños desaparecidos. La enorme casona tiene una biblioteca con libros muy antiguos en los que la abuela se pasa horas leyéndolos, tocándolos y restaurándolos -y juraría que oliéndolos, pero esta es una impresión muy personal, en ningún momento se menciona-. Es una lectura que transmite un profundo amor y respeto por los libros, por cómo han de tratarse y el cuidado que hay que tener al abrirlos y manejarlos, sobre todo cuando tienen años y son frágiles y más valiosos. Me encanta cómo la autora introduce a los más jóvenes en la lectura de los clásicos citando textualmente famosas obras del género. Así, aparecen fragmentos de El Horla,  Otra vuelta de tuerca o Frankenstein, y referencias constantes a muchos otros autores y obras de horror como El almohadón de plumas, de Quiroga, uno de mis relatos de terror preferidos.



El mecanismo del miedo se activará cuando en la lectura de esas obras se sienta miedo. Miedo a lo desconocido, a lo innombrable que vive cerca de nosotros, a las presencias del más allá que pueden aparecer en cualquier momento a nuestro lado. Y es que el miedo en la novela nos salva de los terrores humanos, reales, de los provocados por el mal que parte del ser humano y aniquila, el que en la obra se lleva a los niños de sus casas. El miedo "bueno" es el que activa el mecanismo que está oculto en el ático de la casona. El "malo", el que hace que perdamos la inocencia y la fantasía y la capacidad de imaginar y aun siendo niños parezcamos señores por haber sabido de la maldad humana.

En periodos de batallas, los espectros permanecían al acecho deseando salir. Su miedo había sido suplantado por el que provocaban las guerras y los desastres producidos por el hombre. Los escritores contribuyen en la novela a provocar ese miedo bueno que nos salva de la pérdida de la inocencia. Todos los grandes autores mencionados en la obra saben de la importancia de su tarea y se esmeran en inspirar miedo en sus obras para activar el "mecanismo". Es, al menos, lo que la abuela bibliófila cuenta a su nieta mientras aún lleva esos finos guantes con los que pasa las páginas de los libros para no dañarlos.

Es una novela destinada a todos aquellos que aman los libros, la literatura y se estremecen ante el placer de la lectura. Creo que de niña -pongamos que a los trece o catorce años- habría querido leer un libro como este. Como la protagonista, me hubiera gustado leer en voz alta a mis amigos los episodios más sobrecogedores de los libros de mi biblioteca y haberles hecho temblar entre las sombras de mi cuarto a última hora de la tarde. De momento, me conformo con imaginármelo y haber recibido este regalo en la edad adulta.


1 comentario:

  1. La "suerte" del terror en las obras sudamericanas es que han mamado del Realismo Mágico y, por ello, son puramente románticas en el sentido más estricto de la palabra (Frankenstein o el mito de Prometeo).

    Anuski.

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