jueves, 26 de mayo de 2016

Con Goytisolo, sobre la vida

A Luis Goytisolo le gusta hablar y escuchar a sus lectores. Con sus ojos profundos te sonríe y transmite una energía y vitalidad, quizá extrañas a su edad, que confirman eso de que los intelectuales no tienen tiempo que pase por ellos. 

Veníamos a hablar de El atasco y demás fábulas, con el club de lectura de Un Cuarto Propio, pero la conversación acaba yéndose a la política y la sociedad actuales. La situación de los refugiados en Europa, la conciliación política de Obama... Y es que de todo esto se habla en estas fábulas mágicas, de algún modo, piezas narrativas perfectas en las que el juego lingüístico es constante para deleite del lector. Situaciones hilarantes, desmesuradas, crítica soterrada a la clase media, a la sociedad de aquel tiempo y de este, que la censura franquista no supo ver y que dejó pasar. Alguna escena de carácter sexual sí modificaron, nos cuenta Goytisolo, pero eso era fácil de eliminar.

                     

Goytisolo escribe a mano y toma muchas notas hasta que decide ponerse a escribir lo que tiene entre manos. Entonces, todo fluye. El lector hace suya la palabra, se apropia de ella y le da el tono y el ritmo adecuados. Así nos explica la musicalidad, el sonido de su prosa en el libro.

Goytisolo escribe con Mozart por las mañanas y con Chopin por las tardes. El piano es más de tarde, comenta. A última hora ha intentado, alguna vez, probar con el jazz y un whisky, pero al leer lo escrito al día siguiente bajo este influjo, decide no hacerlo más. Los ojillos se le iluminan cuando confiesa estas cosas. Igual que cuando habla de los grandes escritores de antes. Cita a Benet, a Luis Martín Santos, a Juan García Hortelano, a Sánchez Ferlosio, a Cela, a Delibes. Es muy optimista respecto a las nuevas voces en castellano, pero comedido en sus nombres. No quiere olvidar a nadie y prefiere no decir.

La tarde con Goytisolo se torna rara porque es a ratos como estar hablando con un amigo de toda la vida que lo haya visto todo y que comprenda. Para cada hecho, una opinión. Cada acontecimiento, una palabra. Lo social lo ocupa todo. Y él está en el aire, en lo que sucede, no es uno de esos escritores aislados del bullicio. Lo reclama y lo disfruta. La vida no pasa por él, no le resbala. Le importa, y mucho.

Nos agradece la escucha, la compañía de hoy. Analizamos sucintamente la obra. No hay muchas palabras por nuestra parte, le rodeamos sus lectores, al acecho, a la caza de palabras y visiones certeras. Que las palabras llegan y allí estamos, muy cerquita del Congreso, en una sala silenciosa con piano, una extraña tarde madrileña de nubes de tormenta que no cae, con el autor de Antagonía. Lujos sin precio.

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