Este año no tengo una de esas listas de libros para entregar
a los Reyes Magos. Con las prisas y una gripe de última hora no ha habido
tiempo ni de hacerla ni de enviarla. De hecho, escribo estas líneas con cierto
malestar físico aún.
Las listas de libros de cumpleaños y de Reyes han sido
siempre el resultado de meses husmeando aquí y allá, anotando referencias de reseñas,
de blogs, de blogs de amigos, de amigos apasionados lectores, de familia. Pero
este año he intentado contenerme, y en el intento se me han quedado en la
memoria. Joyas, delicias que tendré en mis manos en cuanto pueda, y que no es
lo mismo alcanzar por uno mismo que por medio del regalo de otros.
Sí, sé que todos tendréis recuerdos muy parecidos, y seguramente
también asociaréis ciertos títulos infantiles y juveniles, e incluso adultos,
al día de Reyes. En mi caso Michael Ende y La
historia interminable estarán siempre ahí, aunque sé con absoluta certeza
que llegó a mi vida una feria del libro del Retiro, pero lo asocio a Reyes,
vete tú a saber por qué. Me pasa con otro título del mismo autor, Momo, que me regalaron por mi santo un
noviembre del ochenta y tantos pero que también encajo en una mañana de Reyes
rodeada de papeles de colores.
La trilogía de El
Señor de los Anillos pertenece también a ese día. Una edición barata de
bolsillo que cuando vi me asustó, pues a mi edad aún no había afrontado una
lectura de ese calibre. Y Asimov, pero curiosamente ese en las manos de mi
hermano menor. Un recuerdo asociado a sus deseos, a su paquete de regalos ese
día. Siempre le gustó. No tanto a mí. Celia,
de Elena Fortún. Guillermo el travieso,
Los tres investigadores, Tintín,
Astérix, el volumen de cuentos de Grimm y de Andersen, en Alianza ambos.

Se trata de unos cuantos recuerdos de libros asociados a un
momento especial, a un día que en el calendario no es importante para todos, o
para algunos solo lo fue cuando eran niños. Qué pena. Lo despreciamos por
tratarse de un día consumista, derrochón, un alargamiento innecesario de la
Navidad. ¿Era acaso más necesaria la Nochebuena, en la que millones de personas
solas han de pasar por el trauma de aguantar recordando a los que ya no están,
con los que ya no están? ¿Es peor un día de alegría y consumismo que en muchas
casas solo significa eso, un día? Un día de regalos, de alegría, de sueño realizado,
de posibilidades infinitas. No es tan malo.
Y si hay algo aún mejor que el día de Reyes es la noche de
Reyes. Acostarse tempranito para no pillar al rey poniendo los regalos, los
libros que hemos pedido. Aguantar la respiración creyendo escuchar los pasos
ligeros de unos seres que imaginábamos enormes, medio humanos medio fantásticos, saber
que tras las puertas de todos los cuartos hay alguien haciendo de mago por una
noche para que al día siguiente otros sean un poco más felices. Cursi suena,
desde luego, lo sé, pero es así. Y tanto si llevas pidiendo un libro meses como
si fugazmente lo comentaste en una conversación y esa mañana especial está ahí
con tu nombre en un cartelito para ti, la sensación es única.
Es cierto que los tiempos han cambiado. Porque ahora raro
es que quieras un libro y no lo tengas enseguida. Antes había que pedirlo,
desearlo, y una madre y un padre echar cuentas, aunar esfuerzos e ir ahorrando
para ese día, para que ese día tuviéramos los libros que pedimos. Y no estoy
hablando de la infancia, estoy hablando de hace bien poco, cuando aún vivíamos
con ellos y eran ellos los encargados de hacer realidad algunos de nuestros sueños. Los otros nos los hemos currado cada uno como hemos podido. Algunos han
podido ser y otros no.
Feliz noche de Reyes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario