martes, 1 de octubre de 2013

Otoños con bosques


La llegada del otoño de verdad, ese de las hojas marrones y colores ocres con lluvia, sol y fresco que altera el ánimo, me invadió el fin de semana en Segovia.

A los buenos amigos se unieron un par de conferencias y una insólita lectura en los Jardines del Romeral, propiedad de un particular que en esta ocasión se abrió a l público para dejarnos escuchar la lectura de dos escritoras entre los recovecos de árboles y caminitos llenos de piedras. Un gato siamés nos fue siguiendo, silencioso, mientras avanzábamos con las autoras y sus lecturas. A una de ellas, la que más me atrajo por actitud  y género -novela negra-, la empecé a leer anoche. Asesinatos en un bosque cerca de Pamplona, adolescentes entre las hojas húmedas, muertas, con las palmas de las manos hacia arriba, como si estuvieran cumpliendo la postura de un ritual.

Algo macabro quizá para algunos pero fascinante, en mi opinión, para comenzar esta estación temida en la que los cambios de temperatura y los desórdenes me desordenan. El fin de semana en una ciudad más pequeña que Madrid y transformada por el otoño me ha dejado en paz, con esa especie de parálisis relajada de la vuelta a un clima más húmedo y frío que invita a quedarse en casa, a pensar sin prisa, a mirar al techo, a adormecerse al caer la tarde.

Tras las buenas charlas y comidas con los amigos regreso a Madrid dispuesta a comenzar el octubre que siempre me desordena sin que consiga saber cómo soy capaz, un año más, de acostumbrarme a esta ciudad que me ciega y me arremolina por dentro, como si me cogiera y me elevara hasta marearme, pero a la que no dejo de querer. Siempre he sido fiel a mis sentimientos, supongo que será eso. Para este otoño, sin embargo, tengo ya un nuevo escenario, un bosque navarro que me sobrecoge en cada línea, en el que aguarda un asesino que aún no tiene rostro. Ya os contaré.

(Es Dolores Redondo la escritora, El guardián invisible su novela).

No hay comentarios:

Publicar un comentario