viernes, 1 de noviembre de 2013

El sofá rojo con mantita

La llegada del fresco otoñal. Una manta junto al sofá rojo. Calcetines. Zapatillas mullidas nuevas, cojines esponjosos donde reposar.
Llega el viernes y has dormido más de diez horas. Estabas rota. Has soñado con las personas que han estado presentes toda la semana en tu día a día. Quieres desconectar. Te pones un café. Lees pero no te concentras. Necesitas algo seguro, una de esas lecturas que sabes a ciencia cierta que no va a fallar, que te reconcilia de nuevo con el momento íntimo de no ser más que tú y la historia, el mundo casi real que tu escritor favorito ha dibujado para ti con sus palabras, a su modo, ese estilo que hace que lo ames como si fuera de la familia. 

¿Quién puede hacer eso? Echas un ojo por los lomos de la estantería y te quedas embobado mirándolos porque algunos te traen más recuerdos que ver fotos del pasado. Coges a Ford. Es lectura de verano El periodista deportivo, pero no los cuentos, así que dedicas unos minutos a echarle un vistazo a Rock springs, lees algunos párrafos y lo devuelves a la estantería. Quieres releer a Cortázar pero hoy no es el día, no es una lectura de sofá diurna, más bien de cama y nocturna.

Vuelves a los lomos.


Te apetece algo sabido, conocido, de antaño, un clásico que te encandile por la prosa, hoy no hace falta una gran historia, solo un gran autor. Coges a Proust, que abandonaste a la mitad del camino de Swan, y a los cinco minutos de lectura no puedes dejar de leer y dejarte fascinar. Eras muy joven cuando lo leíste. Pruebas con otros que se te atragantaron, el Ulises, Memorias de Adriano... ¡Funciona! Entiendes y te emocionas, por el paso del tiempo, por haber madurado, por añorar a la ingenua lectora que ya no eres y no comprendía cuando compró esas obras inmensas en sus manos. 

Te gusta esto de leer al azar y disfrutar únicamente de la prosa. Vas por el segundo café y queda aún mucha mañana por delante y un largo fin de semana terrorífico que celebrarás releyendo a Lovecraft, quizá Otra vuelta de tuerca. Quién sabe, hay tanto en qué detenerse las mañanas otoñales caseras de sofá rojo y mantita que no sabes en qué viejo libro acabarás, en qué nueva lectura de las pendientes encontrarás a un futuro clásico.



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