Las lecturas de Navidad son las lecturas junto al fuego,
calentitos bajo una manta y dispuestos a dejarnos convencer hasta con la
historia más disparatada.
Todo es posible en Navidad. La fantasía más extrema, los
monstruos más espeluznantes, la más rocambolesca de las tramas. En Navidad
queremos creer y volvemos a tener la ilusión –si queremos– de cuando éramos
niños. A mí me dormía mi hermano Nacho la noche de Reyes para que no escuchara
la “puesta” de regalos en el salón. Con la nieve, el frío y las luces se crea
una belleza inusitada, la ciudad se vuelve más hermosa y todo es más llevadero
estéticamente hablando, aunque poco o nada te interese la Navidad.
Para estas fiestas tengo pensado zamparme un menú realista y
otro más fantasmagórico, plagado de fantasía. Quiero leer Las chicas de campo,
que por fin me regalaron y que está a a la espera de ser leído en mi mesita de
“las lecturas por hacer”, releer un cuento de Navidad escrito por Tolkien a sus
hijos, los cuentos de Navidad de Dickens y una novedad de Impedimenta titulada La casa y el cerebro, que lleva como subtítulo Un relato victoriano de fantasmas. Dicen
que se trata de la mejor historia de casas encantadas escrita jamás. Únicamente
he leído las treinta primeras páginas en el PDF descargable que adjunta la
editorial en su página web de novedades. Y la verdad es que promete.
A Edgar Wallace lo he leído antes de empezar las fiestas
porque me quemaba entre las manos. El
misterio de la vela doblada fue el título elegido, y ya estoy deseando leer
más obras del autor, desconocido hasta el momento para mí. Dicen que fue el
primer escritor británico de novela negra que utilizó policías como
protagonistas en vez de simples aficionados ingeniosos. Es un tipo de lectura
perfecta para la Navidad.
Los cuentos de Andersen y Grimm son siempre una apuesta
segura para mis tardes de invierno o antes de irme a dormir. Con ellos,
Lovecraft, Poe o los poetas románticos ingleses me mecen en la estación que
está a punto de llegar. Mi imaginación se dispara y poco falta para que me
encuentre en el pasillo oscuro con el fantasma de las Navidades futuras, que
era el que más miedo me daba cuando me ponía en el lugar de Mister Scrooge.
No me importaría leer de nuevo Fortunata y Jacinta, puede que Frankenstein,
e incluso Drácula sería perfecto para
terminar el año.
Los días cortos de invierno con tan pocas horas de luz me
llevan a querer sumirme aún más en la oscuridad de lo que la propia estación
impone inevitablemente. Qué mejor que un volumen de relatos sobre las rodillas
mientras en la calle solo los borrachos y los adolescentes se atreven a ocupar
las aceras con gritos y blasfemias.
La lectura es, en Navidad, de los que amamos los libros, que
abrimos y olemos con más parsimonia si cabe en estas fechas. Regalar un libro
en Navidad me parece una tarea obligada porque no hay mejor que empezar el año
con un nuevo autor descubierto gracias al regalo de otro o a la búsqueda que
haga uno mismo entre las estanterías de una librería o biblioteca. Regalaos la
paciencia para encontrar. La impaciencia y los descubrimientos son
incompatibles.
¡Buena lectura navideña!
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