Habitual en el grupo de Bloomsbury, aunque tratada con condescendencia por la propia Virginia Woolf, Elizabeth Jenkins, como la mayoría de los mejores y grandes autores, poseía, al parecer, una fuerte inseguridad ante su trabajo literario. Cuando en 1934 se publica Harriet, esta se convierte en una novela de éxito rápidamente, debido, probablemente, a que es una de las primeras, si no la primera novela basada en hechos reales. Es con ella con la que la autora gana el prestigioso "Prix Femina Vie-Heureuse", compitiendo incluso con Evelyn Waugh.
La novela narra la historia de Harriet Staunton, una modesta heredera con cierto grado de discapacidad mental apenas perceptible, a la que seduce un joven que no tiene dónde caerse muerto pero con el que se acaba casando.
La codicia, al principio, como narra la autora, y la pura y simple maldad después, llevan al marido, a su hermano, a la mujer de este y a su amante a torturar a Harriet, una vez celebrada la boda, para quedarse con todo su dinero.
Al principio no sentimos que sea tan terrible lo que está sucediendo y tenemos cierta lástima por Harriet, aunque también un cierto desprecio por su vanidad y su discapacidad, que la muestra, gracias al talento de la autora, estupidizada, molesta y algo odiosa, un incordio en la normalidad de los que la rodean. Pero a medida que los personajes se van mostrando como lo inhumanos y simples que son, empezamos a temblar junto con Harriet y todo lo que imaginemos entonces es superado páginas después con creces.
No os cuento mucho más de la novela para que podáis disfrutarla (no sé si es el mejor verbo) de una sentada. Es de esos textos que no admiten pausa y que indignan a medida que aumenta la tensión dramática y la tragedia se palpa. El terror está en que todo sucede en un entorno familiar en el que incluso hay niños deshumanizados, como los propios padres, que corretean por el escenario de la tortura de Harriet.
El retrato de la discapacidad de la víctima, el de sus torturadores y las últimas páginas de la novela, en las que se describen el juicio y los pensamientos de los culpables, que no entienden por qué se les juzga, si son ciudadanos normales, esa ausencia de discernimiento entre el bien y el mal, propio de los peores asesinos de la historia, constituyen las mejores partes de una novela con estilo y tono decimonónicos pero cargada de la modernidad de obras como A sangre fría.
Leedla, no tiene desperdicio. Se agradece esta nueva colección, Rara avis, de Alba Editorial, a través de la que están sacando a la luz estas joyas literarias desconocidas para la mayoría de los lectores.
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