Mi recuerdo de una lectura en voz alta de otro para
entretenerme a mí es solo de los periodos de enfermedad en la niñez. No tengo
en mi memoria más que esos extraños momentos en los que nos envolvían las
sabanas, la fiebre, o ambas, y una voz amiga, de un familiar o amigo, nos
arrullaba hasta caer en el sueño de nuevo, y apaciguaba así nuestro
padecimiento.
Anoche asistí al teatro dispuesta a entregarme a un momento
de escucha de la lectura de uno de mis clásicos favoritos, la gran novela
española La Regenta, de Clarín, el
Leopoldo Alas que humildemente se dirigía en misiva a Galdós para ponerle al
tanto de su iniciativa de hacerse novelista y para contarle que tenía escrita
esta magnífica obra que en su momento no fue apreciada como debiera.
Independientemente de las injusticias de la crítica a lo largo de la
historia, de esa pérdida momentánea del sentido por parte de los contemporáneos
de un autor para saber ver la genialidad (sí la vio Galdós, por cierto), lo que
me llamó la atención ayer fue estar ante un actor escuchando únicamente. Cerré
los ojos en muchos momentos y no por sueño sino por intentar captar el placer
de la niñez entre las sábanas mientras escuchaba leer una de mis obras
favoritas. Los textos de niña no pasaron de unos pocos cuentos de Andersen o
Grimm. Pero oír de boca de Emilio Gutiérrez Caba el texto de Clarín fue más de
lo que podía esperar.
Delicioso, acertado, nada exagerado, comedido en el tono, en
el énfasis en los momentos más interesantes del texto, nos llevó de la mano a
la Vetusta que duerme la siesta provinciana eterna y que acaba condenando a Ana
Ozores por su adulterio. La Vetusta de anoche, que se me pintó aún más oscura y
desabrida que como recordaba.
Me enamoraron de nuevo las palabras del gran novelista, esas
frases armoniosas, demoledoras a veces en las detalladas descripciones de la
ciudad y de sus hipócritas habitantes producto de una época pacata y hostil.
Volver a la escucha de la lectura de otros a través de La Regenta te hace comenzar la semana
con mejor ánimo. Pocos momentos artísticos tan deliciosos he vivido en la
capital. Creo que la iniciativa de la RAE de sacar a la calle las grandes obras
de la literatura española leídas por grandes actores ha sido un acierto de lo
más placentero.
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