De Philip Roth ya he hablado en ocasiones. Mi gran descubrimiento hace unos años fue una novela única que hay que leer en algún momento de la vida,
Pastoral americana. Ahora leo
Némesis con la emoción que me produce siempre la prosa de este autor, que parece querer entender las cosas y explicarlas hasta el final, hasta que no haya ya nada más en donde meter el dedo, ninguna llaga. De ahí la precisión del lenguaje, la sintaxis de frases infinitas perfectamente construidas en las que se deleita con la subordinación.
Hay mucho dolor, muchísimo, en esta novela, sin embargo luminosa, que llega en verano y es en verano, en un verano norteamericano en Newark, en Nueva Jersey, donde un joven profesor de educación física judío enseña a sus alumnos a jugar al
softball y otros deportes en una escuela de verano. La polio entra en escena una tarde de junio y lo estropea todo. Esa felicidad de la estación, del pasar el día en la calle de un barrio judío, se esfuma para dar paso al dolor y a la muerte. Incluso la guerra en Europa contra Alemania queda en un segundo plano.

Estamos en 1944 y el ambiente que se respira es el de una América, la de Roosevelt (afectado también por la polio), en la que las tradiciones y el orden son fundamentales para el mantenimiento moral del país. (Me pregunto si América no sigue siendo así en el fondo.) El joven Cantor, el protagonista, es el encargado de desenmascarar a un Dios justiciero y terrorífico que es capaz de llevarse a los niños de todo un país a través de una enfermedad mortal. Resultan estremecedoras las descripciones de cómo la polio va apoderándose de la salud de los chavales pero no lo es menos el sentimiento de culpa que va creciendo en Cantor a medida que los hechos van sucediéndose y agravándose. Educado en una férrea familia judía con un gran sentido del deber, el sentimiento de culpa que la religión impone se traslada a la vida privada del profesor y acaba minando su moral, impidiéndole disfrutar de la vida. Exento de ir a la guerra debido a su miopía, intenta compensarlo con su dedicación a los niños ese verano del 44.
La reflexión que al final de la novela hace el narrador -ex alumno de Cantor- es que no hay preguntas a los porqués del profesor. Las cosas suceden sin más y sin motivo, no son respuesta los hechos, a nada dicho o imaginado. De nuevo la moral cristiana, el deber de encontrar un sentido a todo, y al no tener respuesta atribuirlo a Dios.
Es
Némesis una novela donde se tiene calor, donde da miedo pasar cada página porque el azar puede cargárselo todo y destrozar la felicidad de los personajes. Una novela que sorprende y que, como en otras novelas de Roth, se demuestra que de una pequeña una anécdota histórica se puede hacer una gran novela que trata de todo lo importante. Leer a Roth es como leer un poco el mundo. Y entenderlo.
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